Como sabreis la fecha límite concluyó el pasado 15 de Febrero.
Pues bien, aquí os dejaré los relatos que me fueron enviados, todos fantasticos por cierto!! ;)
Aclaración: la encuesta de los finalistas del concurso de relatos se pondrá cuando termine la del concurso de fotografía.
Los colocare de forma salteada.
Catnip Swan:
Prado verde. Golondrinas volando por el cielo, tierno, azul, suave...
Y los ojos de Alisa clavados en los míos.
- Cielo, ¿qué miras?-no me puedo evitar la pregunta. Sus pupilas parecen tan concetradas en las mías...
- Me gustan tus ojos. Son precioso, mamá.
La cojo en brazos y le beso la mejilla. Es tan tierna... es mi hija, mi preciada hija Alisa Eaton Prior. La niña de mis sueños. Risueña, rubia, con los ojos ozules... y muy cabezota, lo admito.
- ¡Mamá! ¡Alisa!
la chiquilla corre hacia Adis. Sí, gemelas. Cuando las ví por primera vez en el hospital, me pareció imposible que hubieran salido de mi seno. Esas dos criaturas tan perfectas, tan... tan... pequeñas, débiles.
Y Tobias me lo ha dado todo. A lo lejos, distingo su silueta, robusta. Sus ojos destacan entre las nubes, blancas como el algodón. Mi mundo idílico. Y ha sido tan difícil conseguirla... tantas muertes... pero aquí estamos. Tobias, Adis, Alisa y.. yo. Beatrice Prior, aunque mis hijas no saben que me llamé así una vez. Para ellas soy mamá o Tris.
No supieron que hubo facciones. Lo sabran cuando sean más mayores... sin embargo, la vida, en tan solo unos años, ha cambiado tanto... y creo que Alisa hubiera escogido Amistad. Y Adis Osadía.
"Los tiempos han cambiado, Tris Prior... ya no eres la iniciada que saltó la primera en Osadía. Ahora eres madre, esposa y mujer feliz." esa es a frase que me repito una y otra vez. Y, puntualmente, lloro. No sé si de emoción, de pena... pero las lágrimas se secan en cuando abrazo a Alisa, a Adis y beso a Tobias.
Selene:
La luz se cuela por mi ventana,despertándome
lentamente.El cielo está despejado,el sol brilla con intensidad y el trino de
los pájaros me da los buenos días.Me revuelvo entre las sábanas,mis ojos
pidiéndome unos minutos más de sueño,pero hoy es la primera vez que estoy
deseando despertar.
Por fín,el día ha llegado.
Levantándome lentamente de la cama,me dirijo
hacia la ventana,estirando los brazos a más no poder.Tras un agradable
bostezo,abro la ventana.El aire huele a libertad,a vida nueva,a...
-Tobías-la voz de mi padre interrumpe mis
pensamientos.Suena duro,no me atrevo a mirarle,no aún cuando lo primero que veo
al despertarme son las marcas de sus golpes en mis brazos.Me giro hacia
él,mirándole de reojo,suplicando a Dios que el cinturón no esté de nuevo en sus
manos,pero no es así.Me devuelve la mirada,pero con una cantidad de odio
indescriptible.
-Buenos días papá-digo tragando saliva,esperando
no llevarme de nuevo una bronca mañanera.Sin embargo,se queda quieto ante el
marco de la puerta,mirando mi habitación:mi cama deshecha,el armario abierto y
una mesilla de un solo cajón que siempre está vacío.
-Recoge tu habitación-me dice seriamente,y
desaparece tan rápido como ha aparecido.
Aprieto los dientes,odio su simple presencia por
las mañanas.Esa presencia que es capaz de destruir
todo rastro de felicidad de mis días,al igual que él me ha estado destrozando a
mí.
Pero eso se ha acabado,dentro de unas horas
dejaré de ser Tobías Eaton.En palabras más exactas,dejaré de ser un Eaton.
Coloco mis sábanas con completa
dedicación,como todas las mañanas.Dejo la almohada y el edredón perfectamente
estirados y rectos,y me giro hacia el armario de madera.En su interior solo hay
ropa gris,propia de Abnegación,pero algo que mi padre no ha podido averiguar en
su constante vigila es el doble fondo de éste.En él,se encuentra la vida que he
estado anhelando tanto tiempo,una vida lejana a él,completamente distinta a
todo lo que se me ha inculcado desde pequeño:una camiseta negra de manga
corta,unos vaqueros oscuros,una chaqueta negra y unas deportivas del mismo
color.
Hoy marcharé a
Osadía.
La voz de mi padre vuelve a llenar la
casa,llamándome desde la cocina.
-Un momento-digo apresuradamente,poniéndome
la camiseta negra y ocultándola bajo una gris.Guardo la chaqueta,los vaqueros y
las deportivas en una mochila y apresurándome hacia mi ventana,la dejo
caer,ocultándose en la copa de un árbol,donde se supone que Jace debe
recogerla.
Jace es un compañero de mi escuela,nacido en
Erudición pero que se traspasará a Osadía en un par de horas.Siempre hemos sido
buenos amigos,y decidió apoyarme en mi plan de huida de Abnegación al mostrarle
las marcas de mis brazos.
No falla,porque no tardo en verle aparecer a
la lejanía.Él ya viste de negro,y parece orgulloso.Con total maestría,escala el
árbol y toma la mochila,echándosela a la espalda.
-Nos vemos ahora,Toby-dice con descaro
mientras desciede.Si tuviese algo que tirarle a la cabeza,lo haría,pero nuestra
amistad me detiene.Prefiero dejarlo para la iniciación.
Termino de vestirme rápidamente con un
pantalón gris y bajo lentamente a la cocina,donde un vaso de leche fría me
espera.Y cómo no,mi padre.
-Date prisa-dice seriamente,fregando su
cuenco.Me siento sin decir nada y pierdo la mirada en el cristal,hasta que
recibo una colleja en el cuello-Rápido-escucho mientras me llevo la mano hacia
la zona golpeada.No me importa el golpe,solo que no se vea el negro del cuello
de la camisa.Afortunadamente,no es visible.En un trago largo,el vaso está
vacío,así que me acerco a la pila y limpio mi vaso en silencio,para luego
secarlo y dejarlo de nuevo en su alacena.
-Ya estoy-le digo colocándome junto a la
puerta.Marcus se acerca y me mira serio,para esbozar algo parecido a una
sonrisa,aunque es macabra en lugar de agradable.
-Procura no cometer ninguna estupidez-me
dice,saliendo por la puerta.
-No...descuida
Y no lo hago,cuando estoy sentado con mis
compañeros de Abnegación en la Ceremonia de Elección.Jace ya se ha
traspasado,su cara rebosa felicidad.
-Abigail Frade-dice el hombre situado ante la
mesa de elección.Cristales,agua,tierra,piedras,brasas.La mayoría se ha
decantado por Erudición,Sinceridad o Abnegación,así que las brasas apenas han
sido manchadas de sangre.La chica de Sinceridad decide continuar en su Facción.
Es mi momento.
-Tobías Eaton-mi nombre llena la sala,y me
levanto lentamente.Busco a mi padre entre la multitud y lo localizo lejos,lo
suficinte lejos para no detenerme.Perfecto.
Porque cuando comienzo a subir la pequeña
escalera,mis dedos se entrelazan con la camisa gris,quitándomela lentamente,dejando
ver la camiseta negra en mi cuerpo.Algunos aplauden,otros observan asombrados,y
mi padre se levanta con indignación cuando yo he llegado arriba.
-¡Así se hace Toby!-escucho un grito de Jace
que me hace sonreir,disfrutar del momento en el que mi padre se marcha de la
sala sin nisiquiera mirarme.La sangre que emana de la herida no duele,podría
incluso que resulta agradable,porque es un dolor que significa libertad y
desafío.
Un desafío que mi padre verá en cuanto vea mi
habitación y descubra el doble fondo intencionadamente abierto.Cuando vea la
figura azul que me dio Evelyn sobre la mesilla.Cuando compruebe que se ha
quedado solo,y que desde este instante,Tobías Eaton ha desaparecido de
Abnegación.
Coloco la mano sobre las brasas que simbolizan
mi nueva Facción,y alzo la mirada en un suspiro que relaja todos mis músculos.
Estoy a salvo de mi padre.
Soy un miembro de Osadía.
Y a partir de ahora,soy libre.
Dillaardi:
Annie – On my own
Las prisiones del Capitolio están limpias. Es decir,
son horribles, los gritos atronadores te desgarran cada fibra de tu ser al oír
a alguien sufrir, los guardias no hablan más que entre ellos, y la comida no es
ninguna maravilla. Pero están limpias. Están limpias y huelen a antiséptico.
De hecho, aquí sentada, en una de las esquinas de la
jaula con sus cuatro paredes blindadas y metálicas, me doy cuenta de que son
demasiado limpias. La mayoría del tiempo está tan oscuro que no ves nada, pero
en cuanto abren una ventanita para mover la boca (supongo que intentan
preguntarme algo), dejar una bandeja de comida, etcétera, la blancura de todo
hace que te duelan los ojos. Sin embargo, lo peor no es eso; lo peor es que no
hay un nimio detalle en toda esa igualdad que te pueda distraer un mínimo
segundo de tu situación.
“Estás sola” una voz dolorosa en mi cabeza, me
repite una y otra vez esa frase, martilleándome. A veces le chillo que pare,
que se calle, y entonces los guardias abren la ventanita, gruñen, y la vuelven
a cerrar; aunque yo no paro, porque la voz tampoco lo hace. Sigue haciéndome
sufrir.
De hecho, si me callo, es porque recuerdo lo malo
que es oír los gritos de otros atravesar las paredes, y no quiero que ellos
pasen lo mismo. Y solo lo puedo conseguir de una manera.
“And know
the night is near, now I can make believe he’s here”
A veces, cuando oigo los
ronquidos de algún guardia afuera, y después de que me hayan traído la última
ración de papilla que devuelvo prácticamente intacta, empiezo a ser feliz… Ya
que imagino que él está conmigo.
“The city
goes to bed, and I can live inside my head”
La voz
de mi cabeza queda acallada por los dedos de Finnick, que acarician mi brazo
lleno de mugre. Yo me giro, y ahí está, con su brillante pelo color cobre
reluciente en la oscuridad. Sonrío, y me levanto a su lado para fundirnos en un
fuerte y dulce abrazo. Aspiro su aroma, ya que sé que se disipará en cuanto los
guardias dejen de roncar levemente y vuelva a ver la dolorosa blancura. Huele a
mar, a casa, a seguridad. Huele a antes de los Juegos, a cuando todo era
normal, a cuando le abría la puerta y él me traía un montón de caracolas y
conchas diminutas con las que me decoraba los largos cabellos oscuros. Su piel
bronceada, que aunque no se ve, contrasta con la mía, pálida, es cálida, y da
la inmediata sensación de poder protegerme contra cualquier cosa.
“And when
I lose my way I close my eyes and he has found me”
Imagino
que la puerta de la prisión puede abrirse, y que al salir, solo nos encontramos
con un inmenso mar, que brilla como la plata bajo la luz de la luna. En el
cielo, miles de lamparitas flotantes, de las que todos lanzamos para celebrar
el solsticio de verano, hacen las veces de concentradas estrellas, todas
unidas, todas en grupo. Las olas se estrellan contra las piedras dando lugar a
una espuma blanca como la nata…
“And all
I see is him and me, forever and forever.”
Pero
entonces me fijo mejor en las lamparitas. Una de ellas, más pequeña, con un
brillo más tenue, se separa del resto, quedándose sola y rezagada. Poco a poco,
las otras se alejan hacia el firmamento, mientras que la olvidada parece
intentar gritarles: ¡estoy aquí! ¡Esperadme! ¡No os vayáis sin mí! Sin embargo,
el grupo de luces no le escucha.
Y se va.
Entonces
me doy cuenta de que Finnick tampoco está. Le llamo por su nombre una, dos,
tres, infinitas veces, sin recibir respuesta alguna. Comprendo que él nunca ha
aparecido, que he estado hablando para mí misma siempre, que todo esto no es
real. Todo el bello paisaje se difumina, mientras, cruelmente, yo vuelvo a la
celda.
“I love
him, but when the night is over…”
Cuando
oigo desperezarse a los guardias, tengo que encontrarme de nuevo con la
realidad, con la asquerosa realidad. El mundo a mi alrededor cambia con dolor,
cambia haciéndome sufrir. No hay un mar, un mar como el de casa, que brille
como la plata, solo una pared que hace daño con su blancura. Y la única
lamparita del solsticio que queda soy yo, aquella que se separó del grupo y a
la que las demás no esperaron. Porque estoy sola. Eternamente sola.
Empiezo
a chillar de nuevo, pues la vocecita también ha empezado a repetirme lo mismo
de siempre, solo que esta vez añade el abandono por parte de Finnick en su
cantinela. “No te quiere” “No te quiere” “Te ha dejado, y por eso estás sola.”
Yo le
quiero. Le quiero ¡LE QUIERO! Y sin embargo, la vocecilla tiene razón; cada día
en esta jaula, en las prisiones del Capitolio estoy aprendiendo que durante
toda mi vida, siempre, solo me he hecho creer a mí misma, incluso antes de los
Juegos, que todo estaba bien, que no pasaba nada malo. Y eso es mentira.
Chillo
con toda la fuerza de mi cascada garganta, y empiezo también a pegar puñetazos
a la pared. Las lágrimas corren por mis mejillas sin descanso, pataleo, doy
vueltas por el suelo, y grito otra vez, loca, como una posesa, destrozada.
“Without
me, His world would go on turning
A world
that’s full of happiness, that I had never known.”
“I love
him
I love
him
I love
him
But only
on my own.”
Al final
me quedo quieta, sin energía, hecha un bulto en un rincón. Los guardias parecen
haberse preocupado más de lo normal por mi ataque, ya que han abierto la puerta
blindada de par en par, no solo la ventanita. Me encojo aún más, y cierro los
ojos porque la luz me hace daño.
Entonces
lo oigo. Le oigo.
-¿Annie?
Luba:
A pesar de que ha pasado tanto tiempo, todavía se me hace
raro andar con zapato plano. Recuerdo que los primeros días incluso tendía a
ponerme de puntillas porque me sentía insoportablemente baja. Aunque también he
de reconocer que haber dejado de llevar esos tacones de vértigo también tiene
sus ventajas, ya no me duelen los pies cuando ando y gracias a ello he
corregido mi manera de andar porque ya no tengo que caminar dando esos saltitos
que me hacían parecer ridícula sin darme cuenta.
También me costó acostumbrarme a no soportar sobre mi cuello
el peso de esas coloridas pelucas que solía llevar antes. Ahora tengo el pelo
al natural, que siempre ha sido castaño oscuro y liso, aunque ya empiezan a
aparecer algunos mechones blancos por la edad. Pero no las intento ocultar, no
quiero más tintes.
Tampoco intento ocultar con maquillaje las delgadas arrugas
que me han acabado saliendo alrededor de los ojos y en la comisura de los
labios. Lo mejor de no llevar potingue en la cara es que si me pica un ojo
puedo restregármelo sin temor a que se me corra el rímel.
Ahora soy yo misma. Cuando mi vida dio ese giro tan radical,
decidí no ocultarme con ropa extravagante y accesorios de colores, ya nunca
más.
El Capitolio también ha cambiado, aunque todavía no está
recuperado del todo. Nunca fui capaz de abandonarlo, a pesar de todas las cosas
horrible que pasaron allí, siempre ha sido y siempre será mi hogar, así que
decidí ayudar a reconstruirlo y, poco a poco, va recuperado el esplendor que
tenía antes.
Por primera vez desde el Vasallaje de los 75 Juegos del
Hambre, he regresado hoy al distrito 12. Durante mucho tiempo me he negado a
volver y he tenido que mantener el contacto con toda la gente que me importa
aquí a través de cartas, pero ya no podía seguir ignorándolas durante mucho más
tiempo. Además, hay dos personitas a las que quiero conocer.
El aerodislizador me aterriza y al bajar, una ráfaga de aire
provocada por los motores hace que se me revuelvan los cabellos. Pienso que es
agradable llevar pantalón porque antes siempre tenía que sujetarme la falda
para que no se levantase. Doy las gracias al conductor y me dirijo en dirección
a la Aldea de los Vencedores.
Me sorprende mucho ver el distrito 12. Creo que esperaba
encontrarme con una cuidad destruida y enterrada entre las cenizas, que es lo
que siempre nos han contado, pero nada más lejos. Lo que en realidad veo es una
pequeña ciudad con acogedoras casas de madera y con gente feliz andando por las
calles empedradas. Nadie diría que hace tan solo unos lustros, un cargamento de
bombas cayó sobre este territorio arrasando con todo. Eso sí, antes la ciudad
era mucho más grande, ahora no es más grande que un pueblo. Probablemente se debe
a que ya no hay tanta gente como antes, aunque no dudo de que la población se
acabará recuperado.
Por fin llego a la Aldea de los Vencedores, que es la única
parte que no ha cambiado casi nada, tan solo que las casas que antes estaban
vacías y destinadas solo a los ganadores de los juegos ahora están habitadas y
rebosan vida. Mi destino es la casa que antiguamente estaba destinada a Peeta
Mellark y que ahora sigue ocupada por él y por su nueva familia. Pregunté por
que no habían decidido quedarse en casa de Katniss, y según me contaron, lo que
pasó es que nunca lograron quitar el olor a rosas que invadía una de las
habitaciones.
Su actual casa es la más alejada de toda la Aldea, y cuando
rodeo el jardín, veo que han plantado matorrales con flores amarillas, que si
no recuerdo mal se llaman armagas, y también hay arbustos cargados de primroses
blancas.
Me están esperando en el porche porque saben que llegaré a la hora que les
dije. Aún no se me ha ido la manía de ser puntual. Cuando les veo siento como las
lágrimas acuden irremediablemente a mis ojos. Han cambiado mucho, pero Katniss
sigue teniendo el pelo recogido en una trenza y los ojos de Peeta siguen siendo
igual de bonitos. Ahora son adultos, y aunque hace mucho que dejaron de ser los
niños que conocí en la cosecha, no puedo evitar seguir pensando en ellos como
los hijos que nunca he tenido, todavía son mis niños.
Peeta es el primero que se acerca a mi. Sin los tacones, él
ahora es mucho más alto que yo. Me sonríe adorablemente y me abraza. Esa es otra
de las cosas a las que nunca terminaré de acostumbrarme, los abrazos. Antes
nunca permitía que me tocasen y todavía me resulta raro que lo hagan, pero les
he echado tanto de menos que no me aparto.
Katniss me sonríe y me saluda, pero no me da un abrazo. Tiene
las manos ocupadas sujetando a un bebé de unos tres años que está apaciblemente
dormido. El poco pelo que tiene es rubio y sus ojos son grises como los de su
madre.
-Este es Charlie. ¿Quieres cogerlo?-me dice.
Me tiende al niño y yo lo sostengo como mejor puedo, pero no
se me dan bien estas cosas y el bebé se despierta y se echa a llorar. Se lo
devuelvo a su madre, que lo acuna con infinita ternura mientras le canta una
nana para apaciguarle.
-¿Quién es, papá?-Pregunta una voz que sale de detrás de
Peeta. Es una niña la que ha hablado, la cuál tira de la manga de su padre
esperando impaciente una respuesta.
-Se llama Effie, es una vieja amiga. Y te aviso de que a ella
le gustan los buenos modales así que ya puedes ir saludándola o se enfadará contigo
y no te querrá.-La previene Peeta.
La niña sale de detrás de su padre y me dice con voz
cantarina:
-¡Hola! Me llamo Isabel y tengo cinco años y medio.
Después de decir esto suelta una risita y se aleja corriendo
por el jardín. El niño, que ya se ha desvelado, patalea intentando librarse de
los brazos de su madre. Katniss le deja en el suelo e intenta seguir a su
hermana con vacilantes pasitos, pero se tropieza y se cae. Por un momento temo
de que se halla hecho daño, pero no tarda en levantarse y en continuar su
camino, eso sí, gateando esta vez.
-Son adorables.-Les digo mientras veo como la niña se acerca
a su hermanito para ayudarle a caminar.
-¿Quieres pasar a tomar algo?-Me ofrece Peeta- Acabo de sacar
del horno unas galletas de canela.
-No gracias.-Niego.-Aún me queda alguien a quién visitar,
pero nos vemos luego.
Lo lo comprenden y no insisten más. Cuando me voy, Isabel me
despide con un cálido adiós y Charlie levanta su manita y la mueve de un lado a
otro. No puedo reprimir una sonrisa.
Mi próximo destino es la casa de enfrente. Esta tiene el
jardín mucho menos cuidado, y unos cuantos gansos pululan por ahí. Llamo a la
puerta pero nadie me abre, así que me asomo al jardín trasero. Allí, tumbado
sobre una hamaca está el hombre al que buscaba. Al principio me mira sin
comprender y me doy cuenta de que no sabe quién soy, he cambiado demasiado.
-Hola, Haymitch.-Saludo
Su rostro se ilumina en una sonrisa de incredulidad y ahora
si que me ha reconocido. Mi voz todavía conserva el acento del Capitolio, del
cuál no me he podido desprender.
-¿Effie?-Pregunta sin acabar de creérselo.
A él no le he dicho que iba a venir, quería darle una
sorpresa. Se levanta y se acerca a mi. Es entonces cuando me doy cuenta de que
él también ha cambiado. Su pelo también se ha vuelto blanco y presenta algunas
entradas, además le ha salido una barriga que antes no tenía. También tiene
muchas más arrugas, pero sus ojos verdes siguen siendo lo que más destaca en su
rostro.
-No esperaba verte hoy.-Reconoce.-Has cambiado mucho, así
estás mejor.
Me da un abrazo torpe al que respondo lo mejor que puedo. Se
nota que él tampoco está acostumbrado a las muestras de cariño. Me doy cuenta
de que es la primera vez que su aliento no huele a alcohol y recuerdo que Peeta
y Katniss me contaron que se había recuperado de su adicción. Les había costado
años conseguir convencerlo de que tirase todas las botellas de licor, pero
finalmente les había hecho caso y ahora se dedicaba a criar gansos y a hacer de
tío para Isabel y Charlie.
Finalmente nos separamos y nuestras miradas se cruzan. Noto
que me empiezo a sonrojar como una adolescente y esta vez no tengo maquillaje
que lo disimule.
-Te he echado de menos.-Me confiesa él.
-Yo también.-Admito.
Hemos estado en contacto todos estos mediante cartas, y los
dos hemos cambiado tanto que el abismo que nos separaba ha desaparecido. Los
horrores de la guerra y el tiempo han hecho que yo ya no sea la loca habitante
del Capitolio y que él no sea el borracho atormentado con constantes pesadillas.
Los dos dejamos atrás hace mucho tiempo las peleas que manteníamos cuando yo
era una acompañante y él era mentor. Ya no hay rencor entre nosotros.
-¿Te vas a volver a ir?-Pregunta al cabo de un rato.
No tengo que contestar porque él nota que aparto la mirada
sintiéndome culpable.
-No te vayas-me pide-Quédate a vivir aquí. Conmigo y con los
niños. Estás sola, y yo también. Vas a estar mucho mejor en el distrito 12 que
en el Capitolio.
Bajo la cabeza porque no me siento capaz de contestarle. Es cierto
que estoy sola, pero el Capitolio es mi hogar. No me deja seguir pensando,
porque Haymitch se me acerca, y me da un suave y tierno beso en los labios. No
es de esos besos que hacen que se te acelere el corazón y pierdas la cabeza, es
más bien una muestra de cariño, algo relajado y natural. En cuanto nuestros
labios se rozan, siento que estoy perdida.
-Está bien, me quedo.-Acepto cuando nos separamos.-Pero
prométeme que seguiremos visitando el Capitolio.
Sonríe feliz y cuando lo hace se quita varios años de encima.
-Por ti lo que sea, preciosa.
Me tiende la mano y yo se la acepto. Así, cogidos de la mano,
nos vamos a ver a Katniss y a Peeta, nuestros niños, y a sus adorables hijitos
Isabel y Charlie. Por primera vez en mucho tiempo sino en mi vida, me siento
totalmente feliz y completa.
Beatrice
La noche caía sobre su cabeza y la oscuridad se había propuesto llegar a todos los rincones posibles. Tampoco el frío estaba de su lado en aquel momento.
Se hundió todavía más es la bufanda gris que poseía como recuerdo de su antigua facción: Abnegación. Si alguien le hubiese visto habría creído que era un acto de cobardía ante su nueva facción. Pero él sabía donde estaba y el por qué. “Facción antes que sangre.” ¿Cómo olvidar ese lema? Había dejado atrás a su familia, su hogar y toda su vida teniendo que olvidar todo aquello para poder hacer su elección. Una elección que había cambiado todo lo que conocía hasta el momento. Una elección que definía sus creencias.
Echaba de menos a sus padres, pero sobre todo a su hermana, Beatrice. Ella, al igual que él, había acabado dejándolo todo atrás, pero su elección no había sido la correcta teniendo en cuenta lo que se avecinaba. Y era de crucial importancia estar en el bando adecuado. Los secretos que acechaban con destruir su mundo eran cada vez más grandes y el descontrol futuro presentaba un gran peligro. Pero no, no estaba allí para apenarse por lo que pasaría, sino para poder decir adiós definitivamente lo único que le hacía dudar sobre su nueva vida.
Caleb oyó un suave ruido que le devolvió a la realidad en la que se encontraba. Una pequeña y delgada figura vestida de negro se acercaba a él son sigilo, pero Caleb no tuvo miedo porque sabía quién era.
— Caleb —susurró una dulce voz de mujer y al segundo después, ella ya se había refugiado en su pecho. Ambos disfrutaron de un par de minutos juntos, recordando como pocos meses atrás habían quedado a escondidas para tan solo sumergirse en los brazos el uno del otro.
— Susan, ¿estás bien? No tenemos mucho tiempo.
Susan se apartó un poco de él pero se quedó lo suficientemente cerca como para sentir el calor que desprendía su cuerpo. Ambos se habían escapado por una noche de sus respectivas facciones para solo poder despedirse como de merecían.
— ¿Por qué, Caleb? Podríamos haberlo hecho, tú y yo, en abnegación. Si te hubiese quedado estaríamos juntos, tendríamos un futuro juntos —a Susan se le quebró la voz.
— Lo siento, se lo que he perdido por haber hecho mi decisión, lo sé y no tienes ni idea de lo que me gustaría estar contigo, pero necesito que me escuches —hizo una pausa para ver si Susan le interrumpiría, pero ella solo asintió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Tenemos problemas, tú, yo, las facciones, todos. Grandes problemas. Por eso necesito que me prometas que tendrás cuidado, que buscaras un sitio seguro cuando la guerra llegue.
— ¿Qué guerra?
— No te lo puedo decir, te juro que hay muchas razones ocultas, pero tienes que confiar en mí, necesito que confíes en mí. Te quiero Susan, y lo sabes —dijo todo aquello de un tirón, sin detenerse a pensar en las consecuencias de sus palabras, pero sorprendentemente Susan solo volvió a asistir y se inclinó para besarle.
Este era su segundo beso y fue tan increíble como el primero. Abnegación prohibía cualquier tipo de demostración pública de amor, pero ahora nadie les podía detener. Los dos se entregaron por completo a aquel beso, aquella pasión y desesperación que sentían. Después de un par de segundos, Susan se apartó de golpe y empezó a alejarse de él.
— Yo también te quiero —dijo ella y salió corriendo en dirección a su facción.
Caleb volvió a quedarse solo, tiste y melancólico. Aquella había sido la primera y última vez que le decía “te quiero” a alguien que no fuese de su familia. Sabía en el fondo de su alma que la huella que Susan había dejado en su corazón no podría curarla nadie más que ella. Era duro decir adiós a alguien que aún quería seguir teniendo a su lado.
¿Cuál os gusta mas sinsajitos? c: ¿Verdad que son asdfghjklñ? :3
Me encantan todos. Son geniales!
ResponderEliminarSí, todos entán geniales :3 Cuando terminen las votaciones del concurso de fotografía, comenzaremos con las del concurso de relatos (:
EliminarPerdonad chicas, ¿estos son todos los relatos? Es que yo también envié uno. :3
ResponderEliminarPerdonad chicas, ¿estos son todos los relatos? Es que yo también envié uno. :3
ResponderEliminarAish, tienes razón. Igual a Katris se le ha escapado alguno :3 Ya se lo digo para que lo arregle c:
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