sábado, 2 de marzo de 2013

¡Vota a los finalistas del Concurso de Relatos! *-*

Hola, sinsajitos divergentes :3

Ya terminaron las votaciones del Concurso de Fotografía, y, por si aún no lo sabíais, la ganadora ha sido Klatris Priayverdeen (podéis informaros en esta entrada).

¡Así que es hora de votar por vuestro relato favorito!

¿Qué relato queréis que gane? ¿Cuál os gusta más? Votad en la encuesta a la derecha del blog :)

Las votaciones terminan el 15 de marzo.

Si no recuerdo mal, Katris ya puso una entrada con los finalistas, pero aún así, os los vuelvo a poner por si acaso :3







Catnip Swan:

Prado verde. Golondrinas volando por el cielo, tierno, azul, suave...
Y los ojos de Alisa clavados en los míos.

- Cielo, ¿qué miras?-no me puedo evitar la pregunta. Sus pupilas parecen tan concentradas en las mías...

- Me gustan tus ojos. Son preciosos, mamá.

La cojo en brazos y le beso la mejilla. Es tan tierna... es mi hija, mi preciada hija Alisa Eaton Prior. La niña de mis sueños. Risueña, rubia, con los ojos ozules... y muy cabezota, lo admito.

- ¡Mamá! ¡Alisa!

la chiquilla corre hacia Adis. Sí, gemelas. Cuando las ví por primera vez en el hospital, me pareció imposible que hubieran salido de mi seno. Esas dos criaturas tan perfectas, tan... tan... pequeñas, débiles.
Y Tobias me lo ha dado todo. A lo lejos, distingo su silueta, robusta. Sus ojos destacan entre las nubes, blancas como el algodón. Mi mundo idílico. Y ha sido tan difícil conseguirla... tantas muertes... pero aquí estamos. Tobias, Adis, Alisa y.. yo. Beatrice Prior, aunque mis hijas no saben que me llamé así una vez. Para ellas soy mamá o Tris.

No supieron que hubo facciones. Lo sabran cuando sean más mayores... sin embargo, la vida, en tan solo unos años, ha cambiado tanto... y creo que Alisa hubiera escogido Amistad. Y Adis Osadía.
"Los tiempos han cambiado, Tris Prior... ya no eres la iniciada que saltó la primera en Osadía. Ahora eres madre, esposa y mujer feliz." esa es a frase que me repito una y otra vez. Y, puntualmente, lloro. No sé si de emoción, de pena... pero las lágrimas se secan en cuando abrazo a Alisa, a Adis y beso a Tobias.



Selene:


La luz se cuela por mi ventana,despertándome lentamente.El cielo está despejado,el sol brilla con intensidad y el trino de los pájaros me da los buenos días.Me revuelvo entre las sábanas,mis ojos pidiéndome unos minutos más de sueño,pero hoy es la primera vez que estoy deseando despertar.


Por fín,el día ha llegado.

Levantándome lentamente de la cama,me dirijo hacia la ventana,estirando los brazos a más no poder.Tras un  agradable bostezo,abro la ventana.El aire huele a libertad,a vida nueva,a...


-Tobías-la voz de mi padre interrumpe mis pensamientos.Suena duro,no me atrevo a mirarle,no aún cuando lo primero que veo al despertarme son las marcas de sus golpes en mis brazos.Me giro hacia él,mirándole de reojo,suplicando a Dios que el cinturón no esté de nuevo en sus manos,pero no es así.Me devuelve la mirada,pero con una cantidad de odio indescriptible.

-Buenos días papá-digo tragando saliva,esperando no llevarme de nuevo una bronca mañanera.Sin embargo,se queda quieto ante el marco de la puerta,mirando mi habitación:mi cama deshecha,el armario abierto y una mesilla de un solo cajón que siempre está vacío.

-Recoge tu habitación-me dice seriamente,y desaparece tan rápido como ha aparecido.

Aprieto los dientes,odio su simple presencia por las mañanas.Esa presencia que es capaz de destruir todo rastro de felicidad de mis días,al igual que él me ha estado destrozando a mí.
Pero eso se ha acabado,dentro de unas horas dejaré de ser Tobías Eaton.En palabras más exactas,dejaré de ser un Eaton.

Coloco mis sábanas con completa dedicación,como todas las mañanas.Dejo la almohada y el edredón perfectamente estirados y rectos,y me giro hacia el armario de madera.En su interior solo hay ropa gris,propia de Abnegación,pero algo que mi padre no ha podido averiguar en su constante vigila es el doble fondo de éste.En él,se encuentra la vida que he estado anhelando tanto tiempo,una vida lejana a él,completamente distinta a todo lo que se me ha inculcado desde pequeño:una camiseta negra de manga corta,unos vaqueros oscuros,una chaqueta negra y unas deportivas del mismo color.

Hoy marcharé a Osadía.            

La voz de mi padre vuelve a llenar la casa,llamándome desde la cocina.

-Un momento-digo apresuradamente,poniéndome la camiseta negra y ocultándola bajo una gris.Guardo la chaqueta,los vaqueros y las deportivas en una mochila y apresurándome hacia mi ventana,la dejo caer,ocultándose en la copa de un árbol,donde se supone que Jace debe recogerla.

Jace es un compañero de mi escuela,nacido en Erudición pero que se traspasará a Osadía en un par de horas.Siempre hemos sido buenos amigos,y decidió apoyarme en mi plan de huida de Abnegación al mostrarle las marcas de mis brazos.

No falla,porque no tardo en verle aparecer a la lejanía.Él ya viste de negro,y parece orgulloso.Con total maestría,escala el árbol y toma la mochila,echándosela a la espalda.

-Nos vemos ahora,Toby-dice con descaro mientras desciende. Si tuviese algo que tirarle a la cabeza,lo haría,pero nuestra amistad me detiene.Prefiero dejarlo para la iniciación.

Termino de vestirme rápidamente con un pantalón gris y bajo lentamente a la cocina,donde un vaso de leche fría me espera.Y cómo no, mi padre.

-Date prisa-dice seriamente,fregando su cuenco.Me siento sin decir nada y pierdo la mirada en el cristal,hasta que recibo una colleja en el cuello-Rápido-escucho mientras me llevo la mano hacia la zona golpeada.No me importa el golpe,solo que no se vea el negro del cuello de la camisa.Afortunadamente,no es visible.En un trago largo,el vaso está vacío,así que me acerco a la pila y limpio mi vaso en silencio,para luego secarlo y dejarlo de nuevo en su alacena.

-Ya estoy-le digo colocándome junto a la puerta.Marcus se acerca y me mira serio,para esbozar algo parecido a una sonrisa,aunque es macabra en lugar de agradable.

-Procura no cometer ninguna estupidez-me dice,saliendo por la puerta.

-No...descuida

Y no lo hago,cuando estoy sentado con mis compañeros de Abnegación en la Ceremonia de Elección.Jace ya se ha traspasado,su cara rebosa felicidad.

-Abigail Frade-dice el hombre situado ante la mesa de elección.Cristales,agua,tierra,piedras,brasas.La mayoría se ha decantado por Erudición,Sinceridad o Abnegación,así que las brasas apenas han sido manchadas de sangre.La chica de Sinceridad decide continuar en su Facción.

Es mi momento.

-Tobías Eaton-mi nombre llena la sala,y me levanto lentamente.Busco a mi padre entre la multitud y lo localizo lejos,lo suficiente lejos para no detenerme.Perfecto.

Porque cuando comienzo a subir la pequeña escalera,mis dedos se entrelazan con la camisa gris, quitándomela lentamente,dejando ver la camiseta negra en mi cuerpo.Algunos aplauden,otros observan asombrados,y mi padre se levanta con indignación cuando yo he llegado arriba.

-¡Así se hace Toby!-escucho un grito de Jace que me hace sonreir,disfrutar del momento en el que mi padre se marcha de la sala sin nisiquiera mirarme.La sangre que emana de la herida no duele,podría incluso que resulta agradable,porque es un dolor que significa libertad y desafío.

Un desafío que mi padre verá en cuanto vea mi habitación y descubra el doble fondo intencionadamente abierto.Cuando vea la figura azul que me dio Evelyn sobre la mesilla.Cuando compruebe que se ha quedado solo,y que desde este instante,Tobías Eaton ha desaparecido de Abnegación.

Coloco la mano sobre las brasas que simbolizan mi nueva Facción,y alzo la mirada en un suspiro que relaja todos mis músculos.

Estoy a salvo de mi padre.

Soy un miembro de Osadía.

Y a partir de ahora, soy libre.
                    


Dillaardi:


 Annie – On my own


Las prisiones del Capitolio están limpias. Es decir, son horribles, los gritos atronadores te desgarran cada fibra de tu ser al oír a alguien sufrir, los guardias no hablan más que entre ellos, y la comida no es ninguna maravilla. Pero están limpias. Están limpias y huelen a antiséptico.

De hecho, aquí sentada, en una de las esquinas de la jaula con sus cuatro paredes blindadas y metálicas, me doy cuenta de que son demasiado limpias. La mayoría del tiempo está tan oscuro que no ves nada, pero en cuanto abren una ventanita para mover la boca (supongo que intentan preguntarme algo), dejar una bandeja de comida, etcétera, la blancura de todo hace que te duelan los ojos. Sin embargo, lo peor no es eso; lo peor es que no hay un nimio detalle en toda esa igualdad que te pueda distraer un mínimo segundo de tu situación.

“Estás sola” una voz dolorosa en mi cabeza, me repite una y otra vez esa frase, martilleándome. A veces le chillo que pare, que se calle, y entonces los guardias abren la ventanita, gruñen, y la vuelven a cerrar; aunque yo no paro, porque la voz tampoco lo hace. Sigue haciéndome sufrir.

De hecho, si me callo, es porque recuerdo lo malo que es oír los gritos de otros atravesar las paredes, y no quiero que ellos pasen lo mismo. Y solo lo puedo conseguir de una manera.

“And know the night is near, now I can make believe he’s here”

A veces, cuando oigo los ronquidos de algún guardia afuera, y después de que me hayan traído la última ración de papilla que devuelvo prácticamente intacta, empiezo a ser feliz… Ya que imagino que él está conmigo.

“The city goes to bed, and I can live inside my head”

La voz de mi cabeza queda acallada por los dedos de Finnick, que acarician mi brazo lleno de mugre. Yo me giro, y ahí está, con su brillante pelo color cobre reluciente en la oscuridad. Sonrío, y me levanto a su lado para fundirnos en un fuerte y dulce abrazo. Aspiro su aroma, ya que sé que se disipará en cuanto los guardias dejen de roncar levemente y vuelva a ver la dolorosa blancura. Huele a mar, a casa, a seguridad. Huele a antes de los Juegos, a cuando todo era normal, a cuando le abría la puerta y él me traía un montón de caracolas y conchas diminutas con las que me decoraba los largos cabellos oscuros. Su piel bronceada, que aunque no se ve, contrasta con la mía, pálida, es cálida, y da la inmediata sensación de poder protegerme contra cualquier cosa.

“And when I lose my way I close my eyes and he has found me”

Imagino que la puerta de la prisión puede abrirse, y que al salir, solo nos encontramos con un inmenso mar, que brilla como la plata bajo la luz de la luna. En el cielo, miles de lamparitas flotantes, de las que todos lanzamos para celebrar el solsticio de verano, hacen las veces de concentradas estrellas, todas unidas, todas en grupo. Las olas se estrellan contra las piedras dando lugar a una espuma blanca como la nata…

“And all I see is him and me, forever and forever.”

Pero entonces me fijo mejor en las lamparitas. Una de ellas, más pequeña, con un brillo más tenue, se separa del resto, quedándose sola y rezagada. Poco a poco, las otras se alejan hacia el firmamento, mientras que la olvidada parece intentar gritarles: ¡estoy aquí! ¡Esperadme! ¡No os vayáis sin mí! Sin embargo, el grupo de luces no le escucha.

Y se va.

Entonces me doy cuenta de que Finnick tampoco está. Le llamo por su nombre una, dos, tres, infinitas veces, sin recibir respuesta alguna. Comprendo que él nunca ha aparecido, que he estado hablando para mí misma siempre, que todo esto no es real. Todo el bello paisaje se difumina, mientras, cruelmente, yo vuelvo a la celda.

“I love him, but when the night is over…”

Cuando oigo desperezarse a los guardias, tengo que encontrarme de nuevo con la realidad, con la asquerosa realidad. El mundo a mi alrededor cambia con dolor, cambia haciéndome sufrir. No hay un mar, un mar como el de casa, que brille como la plata, solo una pared que hace daño con su blancura. Y la única lamparita del solsticio que queda soy yo, aquella que se separó del grupo y a la que las demás no esperaron. Porque estoy sola. Eternamente sola.

Empiezo a chillar de nuevo, pues la vocecita también ha empezado a repetirme lo mismo de siempre, solo que esta vez añade el abandono por parte de Finnick en su cantinela. “No te quiere” “No te quiere” “Te ha dejado, y por eso estás sola.”

Yo le quiero. Le quiero ¡LE QUIERO! Y sin embargo, la vocecilla tiene razón; cada día en esta jaula, en las prisiones del Capitolio estoy aprendiendo que durante toda mi vida, siempre, solo me he hecho creer a mí misma, incluso antes de los Juegos, que todo estaba bien, que no pasaba nada malo. Y eso es mentira.

Chillo con toda la fuerza de mi cascada garganta, y empiezo también a pegar puñetazos a la pared. Las lágrimas corren por mis mejillas sin descanso, pataleo, doy vueltas por el suelo, y grito otra vez, loca, como una posesa, destrozada.

“Without me, His world would go on turning

A world that’s full of happiness, that I had never known.”

“I love him

I love him

I love him

But only on my own.”

Al final me quedo quieta, sin energía, hecha un bulto en un rincón. Los guardias parecen haberse preocupado más de lo normal por mi ataque, ya que han abierto la puerta blindada de par en par, no solo la ventanita. Me encojo aún más, y cierro los ojos porque la luz me hace daño.

Entonces lo oigo. Le oigo.

-¿Annie?



Luba:

A pesar de que ha pasado tanto tiempo, todavía se me hace raro andar con zapato plano. Recuerdo que los primeros días incluso tendía a ponerme de puntillas porque me sentía insoportablemente baja. Aunque también he de reconocer que haber dejado de llevar esos tacones de vértigo también tiene sus ventajas, ya no me duelen los pies cuando ando y gracias a ello he corregido mi manera de andar porque ya no tengo que caminar dando esos saltitos que me hacían parecer ridícula sin darme cuenta.


También me costó acostumbrarme a no soportar sobre mi cuello el peso de esas coloridas pelucas que solía llevar antes. Ahora tengo el pelo al natural, que siempre ha sido castaño oscuro y liso, aunque ya empiezan a aparecer algunos mechones blancos por la edad. Pero no las intento ocultar, no quiero más tintes.


Tampoco intento ocultar con maquillaje las delgadas arrugas que me han acabado saliendo alrededor de los ojos y en la comisura de los labios. Lo mejor de no llevar potingue en la cara es que si me pica un ojo puedo restregármelo sin temor a que se me corra el rímel.


Ahora soy yo misma. Cuando mi vida dio ese giro tan radical, decidí no ocultarme con ropa extravagante y accesorios de colores, ya nunca más.


El Capitolio también ha cambiado, aunque todavía no está recuperado del todo. Nunca fui capaz de abandonarlo, a pesar de todas las cosas horrible que pasaron allí, siempre ha sido y siempre será mi hogar, así que decidí ayudar a reconstruirlo y, poco a poco, va recuperado el esplendor que tenía antes.


Por primera vez desde el Vasallaje de los 75 Juegos del Hambre, he regresado hoy al distrito 12. Durante mucho tiempo me he negado a volver y he tenido que mantener el contacto con toda la gente que me importa aquí a través de cartas, pero ya no podía seguir ignorándolas durante mucho más tiempo. Además, hay dos personitas a las que quiero conocer.


El aerodislizador me aterriza y al bajar, una ráfaga de aire provocada por los motores hace que se me revuelvan los cabellos. Pienso que es agradable llevar pantalón porque antes siempre tenía que sujetarme la falda para que no se levantase. Doy las gracias al conductor y me dirijo en dirección a la Aldea de los Vencedores.


Me sorprende mucho ver el distrito 12. Creo que esperaba encontrarme con una cuidad destruida y enterrada entre las cenizas, que es lo que siempre nos han contado, pero nada más lejos. Lo que en realidad veo es una pequeña ciudad con acogedoras casas de madera y con gente feliz andando por las calles empedradas. Nadie diría que hace tan solo unos lustros, un cargamento de bombas cayó sobre este territorio arrasando con todo. Eso sí, antes la ciudad era mucho más grande, ahora no es más grande que un pueblo. Probablemente se debe a que ya no hay tanta gente como antes, aunque no dudo de que la población se acabará recuperado.


Por fin llego a la Aldea de los Vencedores, que es la única parte que no ha cambiado casi nada, tan solo que las casas que antes estaban vacías y destinadas solo a los ganadores de los juegos ahora están habitadas y rebosan vida. Mi destino es la casa que antiguamente estaba destinada a Peeta Mellark y que ahora sigue ocupada por él y por su nueva familia. Pregunté por que no habían decidido quedarse en casa de Katniss, y según me contaron, lo que pasó es que nunca lograron quitar el olor a rosas que invadía una de las habitaciones.


Su actual casa es la más alejada de toda la Aldea, y cuando rodeo el jardín, veo que han plantado matorrales con flores amarillas, que si no recuerdo mal se llaman armagas, y también hay arbustos cargados de primroses blancas.
Me están esperando en el porche porque saben que llegaré a la hora que les dije. Aún no se me ha ido la manía de ser puntual. Cuando les veo siento como las lágrimas acuden irremediablemente a mis ojos. Han cambiado mucho, pero Katniss sigue teniendo el pelo recogido en una trenza y los ojos de Peeta siguen siendo igual de bonitos. Ahora son adultos, y aunque hace mucho que dejaron de ser los niños que conocí en la cosecha, no puedo evitar seguir pensando en ellos como los hijos que nunca he tenido, todavía son mis niños.


Peeta es el primero que se acerca a mi. Sin los tacones, él ahora es mucho más alto que yo. Me sonríe adorablemente y me abraza. Esa es otra de las cosas a las que nunca terminaré de acostumbrarme, los abrazos. Antes nunca permitía que me tocasen y todavía me resulta raro que lo hagan, pero les he echado tanto de menos que no me aparto.


Katniss me sonríe y me saluda, pero no me da un abrazo. Tiene las manos ocupadas sujetando a un bebé de unos tres años que está apaciblemente dormido. El poco pelo que tiene es rubio y sus ojos son grises como los de su madre.


-Este es Charlie. ¿Quieres cogerlo?-me dice.


Me tiende al niño y yo lo sostengo como mejor puedo, pero no se me dan bien estas cosas y el bebé se despierta y se echa a llorar. Se lo devuelvo a su madre, que lo acuna con infinita ternura mientras le canta una nana para apaciguarle.


-¿Quién es, papá?-Pregunta una voz que sale de detrás de Peeta. Es una niña la que ha hablado, la cuál tira de la manga de su padre esperando impaciente una respuesta.


-Se llama Effie, es una vieja amiga. Y te aviso de que a ella le gustan los buenos modales así que ya puedes ir saludándola o se enfadará contigo y no te querrá.-La previene Peeta.


La niña sale de detrás de su padre y me dice con voz cantarina:


-¡Hola! Me llamo Isabel y tengo cinco años y medio.


Después de decir esto suelta una risita y se aleja corriendo por el jardín. El niño, que ya se ha desvelado, patalea intentando librarse de los brazos de su madre. Katniss le deja en el suelo e intenta seguir a su hermana con vacilantes pasitos, pero se tropieza y se cae. Por un momento temo de que se halla hecho daño, pero no tarda en levantarse y en continuar su camino, eso sí, gateando esta vez.


-Son adorables.-Les digo mientras veo como la niña se acerca a su hermanito para ayudarle a caminar.


-¿Quieres pasar a tomar algo?-Me ofrece Peeta- Acabo de sacar del horno unas galletas de canela.


-No gracias.-Niego.-Aún me queda alguien a quién visitar, pero nos vemos luego.


Lo lo comprenden y no insisten más. Cuando me voy, Isabel me despide con un cálido adiós y Charlie levanta su manita y la mueve de un lado a otro. No puedo reprimir una sonrisa.


Mi próximo destino es la casa de enfrente. Esta tiene el jardín mucho menos cuidado, y unos cuantos gansos pululan por ahí. Llamo a la puerta pero nadie me abre, así que me asomo al jardín trasero. Allí, tumbado sobre una hamaca está el hombre al que buscaba. Al principio me mira sin comprender y me doy cuenta de que no sabe quién soy, he cambiado demasiado.

-Hola, Haymitch.-Saludo


Su rostro se ilumina en una sonrisa de incredulidad y ahora si que me ha reconocido. Mi voz todavía conserva el acento del Capitolio, del cuál no me he podido desprender.


-¿Effie?-Pregunta sin acabar de creérselo.


A él no le he dicho que iba a venir, quería darle una sorpresa. Se levanta y se acerca a mi. Es entonces cuando me doy cuenta de que él también ha cambiado. Su pelo también se ha vuelto blanco y presenta algunas entradas, además le ha salido una barriga que antes no tenía. También tiene muchas más arrugas, pero sus ojos verdes siguen siendo lo que más destaca en su rostro.


-No esperaba verte hoy.-Reconoce.-Has cambiado mucho, así estás mejor.


Me da un abrazo torpe al que respondo lo mejor que puedo. Se nota que él tampoco está acostumbrado a las muestras de cariño. Me doy cuenta de que es la primera vez que su aliento no huele a alcohol y recuerdo que Peeta y Katniss me contaron que se había recuperado de su adicción. Les había costado años conseguir convencerlo de que tirase todas las botellas de licor, pero finalmente les había hecho caso y ahora se dedicaba a criar gansos y a hacer de tío para Isabel y Charlie.


Finalmente nos separamos y nuestras miradas se cruzan. Noto que me empiezo a sonrojar como una adolescente y esta vez no tengo maquillaje que lo disimule.


-Te he echado de menos.-Me confiesa él.


-Yo también.-Admito.


Hemos estado en contacto todos estos mediante cartas, y los dos hemos cambiado tanto que el abismo que nos separaba ha desaparecido. Los horrores de la guerra y el tiempo han hecho que yo ya no sea la loca habitante del Capitolio y que él no sea el borracho atormentado con constantes pesadillas. Los dos dejamos atrás hace mucho tiempo las peleas que manteníamos cuando yo era una acompañante y él era mentor. Ya no hay rencor entre nosotros.


-¿Te vas a volver a ir?-Pregunta al cabo de un rato.


No tengo que contestar porque él nota que aparto la mirada sintiéndome culpable.


-No te vayas-me pide-Quédate a vivir aquí. Conmigo y con los niños. Estás sola, y yo también. Vas a estar mucho mejor en el distrito 12 que en el Capitolio.


Bajo la cabeza porque no me siento capaz de contestarle. Es cierto que estoy sola, pero el Capitolio es mi hogar. No me deja seguir pensando, porque Haymitch se me acerca, y me da un suave y tierno beso en los labios. No es de esos besos que hacen que se te acelere el corazón y pierdas la cabeza, es más bien una muestra de cariño, algo relajado y natural. En cuanto nuestros labios se rozan, siento que estoy perdida.


-Está bien, me quedo.-Acepto cuando nos separamos.-Pero prométeme que seguiremos visitando el Capitolio.


Sonríe feliz y cuando lo hace se quita varios años de encima.


-Por ti lo que sea, preciosa.


Me tiende la mano y yo se la acepto. Así, cogidos de la mano, nos vamos a ver a Katniss y a Peeta, nuestros niños, y a sus adorables hijitos Isabel y Charlie. Por primera vez en mucho tiempo sino en mi vida, me siento totalmente feliz y completa.





Beatrice

La noche caía sobre su cabeza y la oscuridad se había propuesto llegar a todos los rincones posibles. Tampoco el frío estaba de su lado en aquel momento.

Se hundió todavía más es la bufanda gris que poseía como recuerdo de su antigua facción: Abnegación. Si alguien le hubiese visto habría creído que era un acto de cobardía ante su nueva facción. Pero él sabía donde estaba y el por qué. “Facción antes que sangre.” ¿Cómo olvidar ese lema? Había dejado atrás a su familia, su hogar y toda su vida teniendo que olvidar todo aquello para poder hacer su elección. Una elección que había cambiado todo lo que conocía hasta el momento. Una elección que definía sus creencias.

Echaba de menos a sus padres, pero sobre todo a su hermana, Beatrice. Ella, al igual que él, había acabado dejándolo todo atrás, pero su elección no había sido la correcta teniendo en cuenta lo que se avecinaba. Y era de crucial importancia estar en el bando adecuado. Los secretos que acechaban con destruir su mundo eran cada vez más grandes y el descontrol futuro presentaba un gran peligro. Pero no, no estaba allí para apenarse por lo que pasaría, sino para poder decir adiós definitivamente lo único que le hacía dudar sobre su nueva vida.

Caleb oyó un suave ruido que le devolvió a la realidad en la que se encontraba. Una pequeña y delgada figura vestida de negro se acercaba a él son sigilo, pero Caleb no tuvo miedo porque sabía quién era.

— Caleb —susurró una dulce voz de mujer y al segundo después, ella ya se había refugiado en su pecho. Ambos disfrutaron de un par de minutos juntos, recordando como pocos meses atrás habían quedado a escondidas para tan solo sumergirse en los brazos el uno del otro.

— Susan, ¿estás bien? No tenemos mucho tiempo.

Susan se apartó un poco de él pero se quedó lo suficientemente cerca como para sentir el calor que desprendía su cuerpo. Ambos se habían escapado por una noche de sus respectivas facciones para solo poder despedirse como se merecían.

— ¿Por qué, Caleb? Podríamos haberlo hecho, tú y yo, en abnegación. Si te hubieses quedado estaríamos juntos, tendríamos un futuro juntos —a Susan se le quebró la voz.

— Lo siento, se lo que he perdido por haber hecho mi decisión, lo sé y no tienes ni idea de lo que me gustaría estar contigo, pero necesito que me escuches —hizo una pausa para ver si Susan le interrumpiría, pero ella solo asintió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Tenemos problemas, tú, yo, las facciones, todos. Grandes problemas. Por eso necesito que me prometas que tendrás cuidado, que buscaras un sitio seguro cuando la guerra llegue.

— ¿Qué guerra?

— No te lo puedo decir, te juro que hay muchas razones ocultas, pero tienes que confiar en mí, necesito que confíes en mí. Te quiero Susan, y lo sabes —dijo todo aquello de un tirón, sin detenerse a pensar en las consecuencias de sus palabras, pero sorprendentemente Susan solo volvió a asistir y se inclinó para besarle.

Este era su segundo beso y fue tan increíble como el primero. Abnegación prohibía cualquier tipo de demostración pública de amor, pero ahora nadie les podía detener. Los dos se entregaron por completo a aquel beso, aquella pasión y desesperación que sentían. Después de un par de segundos, Susan se apartó de golpe y empezó a alejarse de él.

— Yo también te quiero —dijo ella y salió corriendo en dirección a su facción.

Caleb volvió a quedarse solo, tiste y melancólico. Aquella había sido la primera y última vez que le decía “te quiero” a alguien que no fuese de su familia. Sabía en el fondo de su alma que la huella que Susan había dejado en su corazón no podría curarla nadie más que ella. Era duro decir adiós a alguien que aún quería seguir teniendo a su lado.




Ya sabéis, ¡a votar! 


8 comentarios:

  1. Tienes un premio en mi blog [aquí] jiji :3
    un beso♥

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  2. ¡Por el Ángel! Es relato de Dillaardi es preciosísimo, no se puede competir con tanta perfección. *-*

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    Respuestas
    1. Todos los relatos son perfectos, en serio. Me es imposible decidir por uno *-*

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    2. ¿De verdad te lo parece? ¡Jo, muchas gracias! Aunque me parece que no has mirado el tuyo... Adoro a Caleb, es (por mucho que haga o deje de hacer) uno de mis personajes favoritos de Divergente, y es le has hecho aún más increíble :D.
      ¡Un beso!

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    3. Todos estan geniales *_* Aquí si que rebosamos de talento ;)

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    4. En serio que lo pienso, es totalmente ASDFGHJKLÑ. Además la canción que has escogido... sin palabras. :) Caleb es mi segundo personaje favorito despues de Uriah, y pase lo que pase en el tercer libro lo querré igual. <3
      Todos los relatos derrochan perfección, es bonito saber que hay escritoras tan buenas. :)
      Un beso.<3

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