martes, 25 de noviembre de 2014

Odette

¡Hola chic@s! Como ya sabeís Cassia y yo estamos saturadas de exámenes y de trabajos, y dada la casualidad de que uno de mis trabajos debía ser un relato corto sobre un niño, he decidido conpartirlo con vosotros. Espero que os guste :)

ODETTE

No es que odie al señor Thompson. Simplemente opino que es un poco rarito. No entiendo porqué nunca sale de su casa ni se relaciona con la gente del pueblo. Y mucho menos comprendo la extraña afición que siente por su jardín. Puede pasarse horas contemplando el hastiado ciclo de una margarita. Mamá dice que su mujer cuidaba del jardín antes de morir y el señor Thompson cuando habla con las flores habla con su esposa. Yo lo he intentado, he hablado con las flores que la abuelita cultiva en las macetas del patio, pero nunca me contestan.

                                                                               ***

Quiero saber la voz que tienen las flores del señor Thompson, así que le digo a mamá que iré a jugar al parque, cuando en realidad estaré escondida detrás de ese abeto tan grande que separa mi casa de la del señor Thompson escuchando lo que le dicen las flores.
No pasa mucho tiempo hasta que el señor Thompson me descubre. Al principio quise echar a correr, pero la impresión de tener a ese hombre en frente de mi paralizó mi cuerpo. Intentaba excusarme, pero no me salían las palabras. No sabía como iba a reaccionar. Los niños y niñas de mi clase cuentan historias horribles sobre él. La mamá de Diana dice que es un viejo gruñón que no puede amar. La de Jaime reprocha que ni siquiera apareciera por el funeral de su mujer porque no es cristiano. Y la de Margot  habla que sospecha que está relacionado con la muerte de su mujer y no deberíamos acercarnos a él. ¡Qué mujer más mala! ¿Cómo puede decir eso del pobre señor Thompson si ni siquiera le conoce? Yo nunca creí tales historias, aunque tenerle delante con cara de pocos amigos hizo que mis pensamientos se confundieran por un momento, hasta que por su boca asomó una afable sonrisa.
Tiene el pelo canoso, muy canoso. Me recuerda mucho a los frágiles copos de nieve que se apoyan en el porche los fríos días de invierno. Una barba ni muy larga ni muy corta. Sus ojos azules constituyen una mirada triste pero cariñosa. Unas arrugas adornan su frente y sus ojos, dejando a la vista una vida cansada. Lleva un sombrero de paja, para protegerse del sol mientras cuida del jardín.
-¿Qué haces ahí escondida niña?
Su voz suena fatigada aunque muy dulce. No sé como será la voz de sus flores, pero la del señor Thompson me gusta.
-Yo…eh…yo…quería…
-¿Qué te pasa niña? ¿Te ha comido la lengua el gato?
La abuela me repite esa última pregunta constantemente y yo siempre la respondo lo mismo: ¡Si no tenemos gato abuela!
-Yo… no tengo gato.
La sonrisa del señor Thompson desaparece y sus ojos aumentan de tamaño para lanzarme una mirada perpleja. Estalla a carcajadas pese a que yo no veo la gracia.
-Es verdad. No tengo. Intenté convencer a papá de comprar uno pero tiene una alergia terrible.
El señor Thompson vuelve a sonreír, se da media vuelta y prosigue con sus tareas.
-Tiene un jardín precioso señor Thompson. Mi mamá dice que nunca podrá competir con unas hortensias como las suyas.
-Si tuvieses que escoger una única flor del jardín ¿cuál sería?
Es una pregunta difícil. Hay muchas variedad entre la que elegir, y yo soy muy indecisa, aunque acabé por seleccionar una curiosa flor con degradados morados en sus pétalos y fuertes y llamativas hojas verdes.
-Espérame aquí eh…
-¡Odette!
-¿Odette? ¡Qué nombre más bonito! Me recuerda a mi hija.- No sabía que el señor Thompson tuviese una hija.- Es el nombre que mi esposa escogió para ella. Se fue a estudiar a la ciudad hace unos años, así que no aparece mucho por aquí.
Dicho esto entra en la vieja caseta de jardín y enseguida sale con una maceta en la mano. Agarra unas semillas de la flor que me gusta y las introduce en la maceta, cubriéndolas de tierra.
-Aquí tienes. Considérala un regalo.

                                                                                         ***


Hace tres día que mi flor parece triste. Está mustia y sin color alguno. La abuela dice que debería tirarla, que eché demasiada agua y que la ahogué. Mamá da la razón a la abuela. Pero yo no quiero tirar mi planta. Seguí al pie de la letra todas las indicaciones del señor Thompson, así que le pediré consejo a él.
El jardín del señor Thompson también está más apagado. Él asegura que se debe al pésimo tiempo de los últimos días y que no debería preocuparme.
Últimamente me paso las tardes ayudando al señor Thompson y aprendiendo de sus amplios conocimientos sobre botánica. No entiendo porqué las mamás de mis compañeros recriminan a mamá que pase con él las tardes. Es un hombre encantador y muy cariñoso.
Su jardín ha recuperado rápidamente la alegría en cuanto regresó el buen clima, sin embargo, mi flor sigue en el alfeizar de mi ventana sin ningún signo de vitalidad.

                                                                                        ***

El fino rocío mañanero cubre las calles. Hoy comienza el invierno, y con él un frío helador. Creo que la abuela tiene razón y debería deshacerme de mi flor. Tiene un color horrible y ya no le quedan hojas.
-Mamá voy a casa del señor Thompson.
-Hay alguien en el salón que desea verte Odette.
Cuando me asomo al salón veo al señor Thompson. Parece más cansado de lo habitual, pero aún así me recibe con una sonrisa.
-Hola Odette.
-Señor Thompson ¿qué hace aquí?
-He venido a despedirme.
-¿Despedirse?
-Verás… ¿recuerdas a mi hija, Odette?- asiento con la cabeza.- Ha tenido un pequeño susto y me necesita para cuidar de ella.
No se como reaccionar. Por supuesto entiendo que si su hija le necesita deba marcharse, pero por otro lado pienso que no es justo. ¿Qué será de nuestras tardes de tomar el té? ¿y de nuestras clases de botánica? ¿y de su jardín?
Se me llenan los ojos de lágrimas
-Pero, señor Thompson ¿qué será de su jardín?
-Quería pedirte un pequeño favor. Que cuides de él por mi hasta que regrese.
-¿Y eso cuando será?
-Me temo que no pronto.
Asiento, cabizbaja, y con los ojos nublados de lágrimas.
-Lo haré.
El se levanta y me da un cálido abrazo.
-Eres una niña increíble Odette. No  cambies nunca.- y dicho esto se despide de mi madre y se va.
Desde el porche veo el coche alejarse. Siento un cúmulo de emociones. Tristeza por la ida del señor Thompson, preocupación por su hija y felicidad por confiar lo suficiente en mi como para dejarme a cargo de su jardín.
Mamá me besa en la mejilla y me propone pasar la tarde en el parque, pero no me siento con fuerzas, así que subo a mi habitación.
Cuando abro la puerta lo primero que veo es una una curiosa flor con degradados morados en sus pétalos y fuertes y llamativas hojas verdes.


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